Nunca se supo quién
jaló el gatillo, escribí
La empecé a escribir como
otro cuento que nunca se iba a publicar. Investigué. Leí. Busqué información de
décadas pasadas en la Biblioteca Nacional y en la Universidad de Costa Rica. Pero aun
cuando hay mucha información sobre la dictadura y la revolución y los índices
económicos y sociales de Nicaragua, no encontré una novela que contara sobre la
vida de los muchos que fueron expulsados de sus barrios de infancia.
Mientras ellas lo tenían
llamé, conversé y pregunté buscando editoriales hasta llegar a la conclusión de
que tal vez, al igual que las disqueras en el ámbito musical, no se han querido
dar cuenta que el mundo cambió. Me sorprendió la enorme falta de interés con la
que se trata a un autor por ser desconocido. Todo lo que averiguaba en internet
me inclinaba a publicarlo de manera independiente, pero una pequeña espina con
ganas de mantenerse dentro de lo convencional me hacía dudar. No se puede
escribir un libro pensando en hacer dinero (yo no, al menos), pero las regalías
estándar son casi un insulto. Distinto a lo que se piensa en primera instancia,
el costo de impresión en comparación a no tener salario, a los viajes a Nicaragua
y a las reuniones que tuve escribiendo el libro, es bajo. Pero, fue hasta el
día en que tuve una larguísima conversación con un cordial desconocido
encargado de una editorial que, transmitiendo entrelíneas el auto-refuerzo a
una creencia cuyos cimientos se le derrumban, me dijo: Alonso, nadie te leería
un libro sin el respaldo de una editorial... después de esa llamada,
absolutamente convencido tomé la decisión de publicarlo de manera
independiente, por supuesto. Es más arriesgado y más ambicioso, pero bueh...
ahora, seis meses después de su lanzamiento, estoy feliz con la decisión.
Con el sol en la cara, rodeado de árboles floreados, cielo azul con evidencia de lluvias pasadas y una sonrisa extraña que evoca un sentimiento que sabe a incredulidad y a orgullo y a satisfacción, me siento a esperar no sé qué mientras veo como gota a gota una lluvia invisible llena el parabrisas y trato de calmarme. Sintiendo los nervios en el estómago y en las piernas, con la ayuda de un señor amable y hasta entonces desconocido, acabo de poner en la cajuela de mi carro el primer tiraje de una novela que lleva mi nombre en la portada.
–escribí por mensaje de texto

No conozco las palabras
para agradecer el sentimiento que me produce haber vivido este proyecto, estar
viviéndolo. Realmente desearía que más personas tuvieran el privilegio de
sentir la gratitud desbordante que he sentido hacia tantas personas en el
proceso, muchas de ellas inclusive desconocidas. Escuchar las voces de aliento,
sentir la empatía de alguien hacia personajes creados en mi imaginación, sentir
lealtad hacia esos que quieren ayudar solo porque sí, experimentar la gama
completa de emociones que sentí antes de la presentación, en cada nota recibida
después, cada comentario y cada correo hasta el día de hoy.
Escribir este libro fue
como unir mil retazos encontrados todos de maneras distintas, y aun cuando el
nombre que sale impreso en la portada es el mío, este libro es muchísimo mejor
que algo que yo habría podido escribir solo. Sin duda, todo es más fácil con el
apoyo y el cariño de las personas que nos rodean, y por eso las gracias se las
debo a ellos, a ustedes, que hacen que la vida misma tenga sentido, que hacen
que el mundo gire.
Mientras escribo esta nota
que trataré de editar lo menos posible, se me dibuja una sonrisa que no podría
evitar, sentimiento que me encanta.
Un abrazo apretado fuerte
y sentido contactos, gracias por leer.
Uno a uno somos varios,
pero juntos, juntos somos inmortales.
Alonso Muñoz Solís
Jardines del Campo del
Moro, Madrid,
5 de Setiembre del 2014
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