lunes, 23 de septiembre de 2013

Una isla de basura



Hay islas de basura flotando en los océanos, muchas. En una nota anterior de este mismo blog, en Nuestro Mayor Legado, se mencionó una de ellas, y desde entonces se me ha preguntado al respecto. Haciendo un esfuerzo por explicarla mejor, le voy a pedir que haga el siguiente ejercicio:

A partir de mañana, no saque las bolsas de basura que se van llenando en su casa.  Deje la basura que genera dentro de su propiedad; puede llevarla a un rincón escondido en su patio, meterla en gavetas o repartirla en distintos lugares para tratar de no verla. Hágalo con toda la basura: las bolsas de los baños, de la cocina, de los dormitorios, de la oficina. 

Seguramente después de unos días empezará a sentir un pequeño malestar, primero evidenciado por el mal olor, luego los caldos, las moscas, los lixiviados, las ratas. Pero continúe, deje las bolsas en su casa y que allí se acumulen. De hacer su mejor esfuerzo, ¿cuántos días cree usted que podría aguantar antes de que las molestias, las enfermedades o la falta de espacio le obliguen a sacarla de una vez por todas?

No le pido que haga el ejercicio para recrear una escena de 'Ensayo sobre la Ceguera' (de hecho en realidad espero que no lo haga), sino porque quería ilustrar justamente lo que ya estamos haciendo, todos juntos, como sociedad.

Cómodamente padecemos de una amnesia colectiva que nos induce a olvidar que eso que llamamos "sacar la basura" es simplemente un eufemismo. Cuando se tiene un espacio finito, sea un patio, un país, o un planeta, y una producción creciente de basura, el espacio para desecharla eventualmente se agota, y en términos reales, no existe tal cosa como "sacar la basura", si no "esconderla".

Como nos ha sido imposible esconder esta enorme cantidad de basura en rellenos y botaderos, irremediablemente una parte termina en ríos y por ende en mares. De esta, la más densa se hunde y no la volveremos a ver, el resto (la que flota), con el tiempo las mareas la van acumulando en regiones del océano y así se van formando estas "islas de basura".

Entonces, la enorme "isla de basura" que se mencionaba en el artículo anterior es justamente eso: incontables toneladas de basura desperdigadas en miles de kilómetros cuadrados de océano, en aguas de nadie, o de todos, realmente.   

Además, como el agua salada y el sol la quiebran en pedazos pequeños, estas islas (aun) no son capas gigantes y continúas de plástico como nos induce a pensar su nombre, sino que son áreas con una concentración altísima de plástico, y por ende, todavía no se pueden ver a simple vista.

La más grande de estas "islas" está en el Océano Pacífico. Se le llama "the great pacific garbage patch", y nos da un claro ejemplo de cómo estamos empezando a convivir con nuestra basura. En medio de esta región gigante de agua con basura hay un solitario atolón llamado Midway, situado entre Japón y California, a más de 4000 km de cualesquiera de sus costas.  Por su posición, este islote ofrece un lugar de reposo a las aves marinas, y brinda (
¿brindaba?) un lugar seguro para sus polluelos, condición por la que alberga millones de aves. En algún momento lo que las mareas dejaban en sus costas era madera, palmeras y otros restos naturales; hoy más que otra cosa, dejan basura, basura plástica.


Juntos, hemos logrado en solo tres décadas que una isla situada a miles de kilómetros de cualquier continente se esté ahogando en plástico. Ni siquiera su infinita lejanía le ha servido como refugio de nuestro estilo de vida; y con todo este plástico, uno de cada tres polluelos y miles de albatros más, mueren con sus estómagos repletos de plástico que no pueden digerir. Lo mismo sucede con los peces de altamar, donde cada día es más común encontrar plástico en sus estómagos (si exacto, esos que se pescan para consumo humano). 

La monumental cantidad de plástico que utilizamos cotidianamente y la enorme inconsciencia con la que lo hacemos tiene consecuencias. La comodidad de utilizar productos "desechables" por doquier tiene su precio, y poco a poco empezamos a percibir sus secuelas.

Entonces, ¿cuáles son las acciones que usted tomaría para poder aguantar más tiempo de hacer el ejercicio anterior?  Piénselo, y actúe, usted es protagonista, su patio es el mundo.

Porque mientras este debacle sucede, se nos vende lo desechable como sí verdaderamente fuera una opción, y peor aún, lo compramos como si fuera una necesidad. ¿Cuantas botellas desechables ha comprado usted en el gimnasio, en un restaurante, o en un día cualquiera? ¿Cuantas pajillas, bolsas, empaques que no necesita ha aceptado simplemente por qué si? Busque información, pregunte, reflexione antes de comprar - ¿realmente lo necesito? Reduzca. Reciclar no es suficiente. Cada acción suma.

Si el ejercicio al inicio de esta nota le pareció grotesco, ¿porque dejaría de serlo cuando se hace a una escala más grande? ¿No debería ser al revés, cada vez peor? 

Realmente no es cuestión de comodidad, es cuestión de conciencia.


Alonso Muñoz Solís
 Setiembre, 2013







2 comentarios:

  1. Muy bueno Alonso... y tristemente cierto...

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  2. Un artículo que provoca la reflexión como siempre, Alonso. En el mismo tema, la cosa que me hace lo más triste de mis islas, islas Caimán es la basura que acumula al basurero comunal. Poco a poco, esa basura cambia el paraíso en el infierno. Los pasos que hacemos hacia un medio ambiente más sano son terriblemente insuficientes.

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